Hace poco alguien decía: “emprender es como bajar al séptimo sótano del infierno” queriendo expresar lo complejo de la tarea y es cierto. El primer fantasma que se nos aparece a la hora de emprender es uno mismo, el “saboteador” interior: ¿si seré capaz?, ¡yo no soy tan bueno como mi vecino! ¿lograré vivir con esta empresa? Ese fantasma rápidamente se hace amigo de otro, nuestros seres queridos: “mijito, ¿no será mejor que te busques un empleo estable?”. Y además de esos fantasmas se presentan las dificultades propias del negocio: las ventas, los proveedores, la DIAN, las cuentas que no cuadran, la competencia que montan en la esquina. En ultimas, es un ejercicio de muchas soledades, dudas y miedos.
¿Qué podemos hacer ante las dificultades? Lo primero es que sepan que no son los únicos, todos los emprendedores se enfrentan a desafíos día tras día. Así que en vez de victimizarnos los invito a que pidamos ayuda y seguro que llegará. Unas veces llega con la voz de otro colega, o de un amigo que nos da una buena idea, o de una entidad como Interactuar que tiene como función apoyar los emprendedores y hay veces que también viene vestida de la manera más inesperada. Emprender es lo suficientemente retador para pretender hacerlo solos.
Y mi “último” consejo íntimo: normalmente todo lo que está pasando por fuera, en el negocio, obedece a asuntos que están pasando en el interior de cada uno de nosotros. Así, si a la vez que emprendemos, hacemos un trabajo de crecimiento personal, les digo, con seguridad, que se verá reflejado en los resultados del negocio.
Fabio Andrés Montoya Isaza