Por: Lina María Montoya M.
Directora ejecutiva
El emprendimiento es de carne y hueso, en ocasiones de rebusque y en otras de oportunidad. Quien emprende o tiene una empresa micro, es un gran pensador y un cazador de sueños. Les contaré los pasos exitosos de algunas historias empresariales que nacieron de una idea y lograron consolidarse en el tiempo.
Comencemos con dos hermanos en la ruralidad de nuestro país. Con la cédula y una olla, como lo afirman ellos, y un conocimiento en alimentos, hace 25 años arrancaron con 28 quesitos. Sí, en la casa de la mamá, cuando todos les decían que estaban locos, sin que nadie los conociera, siguieron su idea de negocio: una empresa de lácteos. Paso 1: arrancar de la nada.
En pocas horas la producción fue vendida. Ahora sí, ¡esta idea cuajó! En sus cabezas empezó el modelo de negocio: cómo tener la planta de producción con maquinaria de segunda, cuál sería el mercado, cómo comercializarían, cómo cumplir con el Invima, cómo crear el empaque. Todo esto para lograr convertirse en una de las opciones preferidas en una región antioqueña con potencial de crecimiento. Paso 2: soñar en grande.
Una buena gestión financiera, la planeación de las inversiones y su retorno, la consciencia de generar empleo de calidad, la unión familiar en los momentos difíciles, el diseño de un modelo de negocio sin desenfocar las capacidades, perder el miedo a la innovación creando nuevos productos y tener buen uso del crédito productivo, les permitió crecer más allá de lo esperado, sin desbordarse y convertirse en un referente del sector. Paso 3: Aventurarse sí, ¡con plan de vuelo!
De 28 quesitos producidos en la casa a una planta de producción de 8.000 m², con más de 400 empleos formalizados, 500.000 litros procesados diariamente, la “micro” empresa hace parte actualmente de un grupo empresarial dedicado a la fabricación de alimentos y desarrollo de marcas. El emprendimiento tiene un poder que transforma.
*Publicación del ADN -22 enero 2023